Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes. Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora; nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi vida. Descubrí que no soy una princesa de cuento de hadas. Descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas. Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás y, a pesar de ello, quererme mucho y aún amar, sentir, vibrar. Cuando me miro al espejo, ya no busco a la que fui en el pasado. Sonrío a la que soy hoy. Me alegro del camino andado y asumo mis contradicciones. Siento ...
Que no se me olvide ver el cielo, respirar profundo, rememorar los proyectos que pasean por mi mente y me encienden el alma. Que no se me olvide tener un rato a solas para volver a casa y recordar cada uno de mis recovecos internos. Que no se me olvide preguntarme si soy feliz con la vida que llevo, que no se me olvide sobre todo, tener el coraje para responder con sinceridad, sabiendo que siempre se puede cambiar el rumbo, teniendo mi norte, mi propósito por delante. Que no se me olvide permitirme llorar, callar, gritar, reír, sin prejuicios, sin vergüenza. Que no se me olvide estar en el momento presente, salir corriendo de lo que no quiero vivir, sin zancadillas sin trampas y ver las estrellas aunque sea unos instantes. Que no se me olvide llevar mis manos al corazón, aunque sea una vez en el día y quedarme allí, sintiendo. Que no se me olvide: QUERERME
Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y corazón guerrero. Alejandra Pizarnik
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