Dicen que a cierta edad las mujeres nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes. Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora; nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento de mi vida. Descubrí que no soy una princesa de cuento de hadas. Descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas. Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás y, a pesar de ello, quererme mucho y aún amar, sentir, vibrar. Cuando me miro al espejo, ya no busco a la que fui en el pasado. Sonrío a la que soy hoy. Me alegro del camino andado y asumo mis contradicciones. Siento
Ve tejiendo tus alas, mujer. No te olvides de ellas. Te servirán para alzar el vuelo cuando sea necesario. Cuando tu mente sueñe con grandes presagios, te pueden ofrecer el impulso para dar el salto. Cuando tus emociones sean densas, te pueden ayudar a sentir la ligereza de la existencia. Cuando tu cuerpo esté cansado, te pueden ayudar a replegarte hacia tu interior y proteger tu santuario. Cuando tu espíritu quiera elevarse para observar el mundo y tomar distancia, ellas te pueden sostener. No te olvides de tejer tus alas, pues son tus grandes aliadas, las que garantizan tu libertad interior y tu soberanía personal. Tus alas, tus únicas y excepcionales alas, tejidas con todos los hilos de colores de tu historia de vida. Honra el espacio que te dedicas a tejerlas, pues es el símbolo de tu autoestima De Mónica Manso
Nací con un enorme defecto, no me interesa la opinión ajena, creo en el derecho elemental de ejercer mi libertad, eligiendo vivir a mi manera. Esa manera un tanto divergente, disparatada, loca, divertida, aburrida de a ratos, feliz por momentos, con lágrimas de alegría y de las otras. Esa manera de vivir la vida siguiendo los instintos y el corazón, porque cuando las mujeres deseamos algo, nunca nos olvidamos de poner el corazón en ello, aunque sean las ganas o el instinto lo que nos marque el rumbo. Esa manera de vivir que otros censuran simplemente porque no se animan a vivir la vida de esa manera, pero es que yo no la concibo de otra y eso es algo innato en mi. Esa manera de vivir con la cabeza bien alta, sin despegar los pies del suelo, cuando era adolescente, solía despegarlos pero ya aprendí que mas vale apoyar aunque sea los dedos para medir la calidad del viento, ya no todos los vientos me animan a abrir las alas y no es por miedo, es sabiduría, me he convertido en experta mete
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